Tras un largo viaje desde Córdoba, los integrantes del Grupo Espeleológico Kart-Oba (GEKO) llegaron a Cantabria con la emoción palpitando en cada paso. Su objetivo no era menor: adentrarse en la mítica travesía Cueto–Coventosa, una de las rutas subterráneas más intensas y espectaculares del norte de España, con más de 22 horas bajo tierra. La Cueva Coventosa se encuentra en el Parque Natural de los Collados del Asón, en el municipio de Arredondo, una zona reconocida por su impresionante karst y su red de cavidades interconectadas.
El equipo estaba compuesto por siete espeleólogos experimentados: Fran Melero, Antonio Huertas, José Ranchal, Eduardo Guasch, José María Ruiz, Rafa Carmona y Jesús Moreno. Apenas pisaron suelo cántabro, se dirigieron directamente a la entrada de la Cueva Coventosa. Allí, cruzaron el lago —tranquilo pero imponente— y dejaron preparados los neoprenos que utilizarían al día siguiente, con la intención de hacer más llevadero el recorrido que les aguardaba.
Sin embargo, ese primer día no terminó ahí. Aprovechando la entrada anticipada a la cueva, decidieron internarse un poco más… rumbo a un rincón legendario: la Sala de los Fantasmas. A esta breve exploración también se unieron miembros de EspeleoAguilas, quienes coincidieron con el grupo en esta apasionante incursión.
El ambiente se volvía más denso a cada metro. Las linternas cortaban la oscuridad absoluta, revelando figuras espectrales en las paredes calcificadas. El silencio era tan profundo que el eco de una respiración parecía retumbar como un tambor. Allí, en medio de ese reino subterráneo, el grupo se encontró cara a cara con un escenario que parecía sacado de otro mundo: estalactitas y columnas esculpidas por siglos de agua y piedra, envueltas en una quietud que imponía respeto.
La atmósfera era tan sobrecogedora que no resultaba difícil entender por qué aquel lugar fue bautizado como la Sala de los Fantasmas. Cada rincón sugería presencias invisibles, como si las sombras contaran historias que aún no se atreven a salir a la superficie. EspeleoAguilas, que había compartido muchas otras aventuras con GEKO, no dejó pasar la oportunidad de documentar aquel momento con fotografías y silenciosas miradas de asombro.
Así comenzaba la aventura: rodeados de misterio, en las profundidades de la tierra, con la certeza de que lo más extraordinario aún estaba por venir. Y allí estaban, GEKO y EspeleoAguilas, unidos una vez más por la pasión por la espeleología y el deseo de explorar lo desconocido.
+ Fotos




























Comentarios
Publicar un comentario