Continuando
la incansable misión de desvelar los secretos ocultos bajo las montañas
de Sierra Mágina, el Grupo Espeleológico Kart-Oba (GEKO)
de la mano de Eduardo y Alvaro,se embarca en una nueva empresa. La llamada de
la roca viva y el eco del misterio los lleva hasta los alrededores de Mancha
Real, donde una cavidad aún no registrada espera su momento de ser
revelada.
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Sima Mano Negra |
Guiados
por Alejandro del LEMUS, y siguiendo las indicaciones de un cabrero
conocido como "Mano Negra", alcanzamos el cerro donde la
sima esperaba, inadvertida para la mayoría de los mortales.
El
ascenso es desafiante: un sendero de roca suelta que serpentea entre pinares y
matorrales hasta alcanzar las alturas. En la cúspide, en una zona
plateada de calizas desnudas y bajo un cielo vasto, la boca de la sima
emerge junto a unos árboles solitarios, como una grieta abierta en el mismo
tejido de la tierra.
La
boca, de unos 4 x 2 metros, se ofrece a los exploradores como un
umbral hacia lo desconocido. Flanqueada por dos muros de caliza, la entrada
obliga a encarar la exploración en dirección sureste, con la
cavidad extendiéndose de SE a NO.
La Sima
Mano Negra se desarrolla a través de dos pozos encadenados,
ejecutables con una única cuerda de 30 metros. En la cabecera, un
sólido parabolt marca el inicio del descenso, complementado
por tres anclajes naturales que aseguran la maniobra.
El
primer descenso, de 7,5 metros, nos deposita en una sala
abierta al cielo, un respiro breve antes de sumergirnos nuevamente bajo la
roca. Avanzando hacia el noroeste, encontramos el acceso al segundo
pozo, de 5 metros que conduce al corazón de la cavidad. Allí, en la
penumbra, el terreno se transforma en un cono de derrubios,
testimonio de antiguos colapsos y de la eterna lucha entre la gravedad y el
tiempo.
La geología de
esta región —calizas jurásicas de hace unos 160 millones de años— da forma a un
laberinto de belleza salvaje. En las paredes de la sala final, las coladas
parietales brotan como esculturas naturales, formadas gota a gota a lo
largo de eras inconmensurables. La imagen que recibimos de ese mundo
subterráneo es inolvidable: un muro de espeleotemas intrincados,
iluminados apenas por el haz de nuestras linternas, donde el tiempo parece
haberse detenido.
En uno
de los momentos más sobrecogedores de la jornada, una cascada petrificada de
formaciones que parecen rugir en silencio brota delante de nuestros ojos.
La Sima Mano Negra se revela así no solo como una grieta en la
roca, sino como un pasaje hacia el alma misma de la montaña. Un lugar donde
cada piedra, cada estalactita, cada sombra, guarda un secreto que se resiste al
olvido.
EspeleoAguilas ha cogido los datos necesario
para su topografía, algo que realizaran en breve junto al Grupo
Espeleológico Kart-Oba (GEKO).
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